La experiencia de mujeres de La Plata que construyen sus viviendas con los sistemas constructivos desarrollados por el CEVE-CONICET
Esta es la historia de mujeres afectadas por la inundación de 2013 en la provincia de Buenos Aires que se capacitaron como albañiles, plomeras y electricistas
Miriam es una de las mujeres de La Plata que hoy participan del programa Ellas Hacen, destinado a mujeres jefas de hogar, con hijos menores de 18 años a cargo, que perciben la Asignación Universal o son víctimas de violencia de género. En el caso de Miriam y sus compañeras se suma una condición más: todas fueron víctimas de las inundaciones que el 2 de abril de 2013 sacudieron la ciudad de La Plata.
Daiana otra de las beneficiarias del programa asegura que aprendieron “a levantar una pared, a soldar, a sacar un nivel, instalar agua fría y caliente, a hacer una conexión de luz”. El grupo que integra no esconde su entusiasmo.
¿Un trabajo de hombres?
Cuando se le pregunta si se trata de un trabajo de hombres, Daiana cuenta que sus propios capacitadores –que son todos varones– aseguran que “nosotras terminamos enseñándoles a ellos”. Nancy señala “somos más detallistas a la hora de trabajar y se nota en las terminaciones de las casas”. “Necesitamos ser dos para levantar una placa mientras que un hombre solo puede hacerlo. Nuestra fuerza está en la unidad”, acota Miriam.
Daiana comenta que sus hijos “se matan de la risa” cuando la ven de albañil. “Además, tengo tres hermanos varones y un papá. No creyeron nunca que yo pudiera transformar mi casa hasta que lo vieron, de una casita de madera a otra casi toda de material, hecha por mí.”
Nancy añade que por su condición de mujer “no le costó aprender. Las ganas hacen que una esté abierta a aprender todo lo que te explican. A veces es cuestión de maña y no de tanta fuerza”.
Una alternativa laboral, un trabajo empoderador
Daiana, de 36 años y con cuatro hijos, afirma: “Somos parte de un sector para el que muy difícil conseguir trabajo”. El programa Ellas Hacen les ofreció esta posibilidad además de aprender un oficio.
El método que aprendieron para la construcción proviene del Centro Experimental de la Vivienda Económica del Conicet. Se trata de la unificación de dos sistemas constructivos: el UMA (estructuras de hierro y paneles de ladrillo prefabricados) y el BENO (para los cerramientos). Son viviendas de tipo “desmontable”, sus distintas partes pueden ser trasladadas y armarse en el terreno. Las casas tienen dos ambientes, con posibilidad de ampliarse.
Muchas de estas mujeres han levantado su propia casa. La experiencia posibilitó la capacitación a mujeres para la transferencia de tecnologías constructivas desarrolladas por el Centro Experimental de la Vivienda Económica (CEVE), para la fabricación de componentes destinados a la construcción de viviendas, en el marco del Sub-Programa Nacional “Ellas Hacen”, implementado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación
Juntas somos más fuertes: la clave es el cooperativismo
Muchas de estas mujeres estaban invisibilizadas. Al empezar a trabajar y tomar contacto con otras compañeras –participaron en grupos de 4, 8 o de 10 con una coordinadora– iniciaron vínculos laborales que las fortalecieron. Daiana explica: “La capacitación te enseña a trabajar en cooperativa. Esa solidaridad que se generó entre nosotras la pudimos aplicar en la obra. Ya somos cooperativistas”
“Se generaron lazos de amistad, de compañerismo, de solidaridad”, agrega Clarisa. “Para una mujer encerrada en su casa con tres, cuatro hijos, es difícil: muchas veces necesita cosas y no las pide, o no sabe cómo expresarse. Acá llegaron chicas a trabajar que no hablaban.”
Miriam está orgullosa de sus compañeras. “Lo bueno es que nadie se manda sola, antes de hacer algo nos comunicamos, vale la opinión de todas.” Y cuenta con alegría: “Hay compañeras que te dicen ‘el fin de semana tengo que revocar mi casa’ y automáticamente a todas nos sale decirle ‘bueno, vamos, nos juntamos y te ayudamos a hacerlo’, o a otra se le está lloviendo el techo y en plena tormenta salen las compañeras a ayudarla”.
“Les cambió la relación con sus pares –dice Castagneto–. Las chicas no viven en un ámbito donde se relacionan mucho con otras mujeres. Encontrarse acá todas iguales, desde aquellas que no sabían casi escribir hasta las que eran universitarias, las hizo cobrar confianza.”
Las cuatro concuerdan en que el momento de mayor felicidad es cuando terminan una casa. “Es impresionante la satisfacción de terminar una obra. ¿Qué persona no quiere tener su vivienda digna para vivir con sus chicos? Ese agradecimiento es de por vida”, dice Nancy. Para ella, “es una satisfacción doble porque terminás con la obra y con una casa para otro”. Daiana cuenta que la primera casa que le tocó hacer era de una familia con nueve nenes. “Yo me llevé cartas de los chicos en que me decían ‘gracias por hacerme mi casa’. A veces me los cruzo en el micro y me saludan, me abrazan, me cuentan cómo están decorando su casa.”
También utilizan sus saberes en el barrio. Miriam, por ejemplo, dice que “ahora vemos que el piso de la plaza está roto y agarramos un poco de cemento, un poco de pastón y armamos la vereda. Antes nos quedábamos en la queja. De acá salís con otro conocimiento y con otras ganas de ayudar”.
Nos hemos darnos cuenta de que podemos, que somos capaces. Todas demostramos que queríamos otra cosa para nosotras y lo hemos conseguido
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Fuente: Página 12 y http://www.ceve.org.ar/